Un consejo para Keiko
No soy nadie para darle un consejo a Keiko Fujimori. No la conozco a ella ni al otro candidato peruano a la presidencia...
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Leonidas Irarrázaval
No soy nadie para darle un consejo a Keiko Fujimori. No la conozco a ella ni al otro candidato peruano a la presidencia. De ese señor, Ollanta Humala, sólo he sabido sus dichos y escritos formulados desde hace años sobre Chile.
Viví y serví al gobierno de Chile en Lima durante ocho años en tres cargos diferentes. Mis tres hijas nacieron allí. Quise a Perú y a su gente alegre, cariñosa, bien hablada y extraordinariamente bien educada. En esos ocho años sólo me mencionaron dos veces nuestra Guerra del Pacífico, a última hora de alguna fiesta y con bastante trago. Así como en Chile, durante varios años las reuniones sociales duraban hasta las 8 PM o debían prolongarse “de toque a toque”, en Perú cuando llegaban los músicos con las guitarras y el cajón, se cerraban las puertas y las ventanas con llave para impedir que se fueran los invitados hasta la mañana siguiente. Todo eso era por simpatía, pero bastante angustiante para quienes no conocíamos esa costumbre.
A don Alberto Fujimori lo seguí de cerca como Presidente, aún cuando yo ya estaba de regreso en Chile. Aprecié su lucha exitosa contra “Sendero Luminoso” de Abimael Guzmán, que causó muchos miles de muertos entre los campesinos inocentes de la Sierra. Supe de sus éxitos económicos y de la tranquilidad que dio a la inmensa mayoría de los peruanos. Todo esto, a pesar de las violaciones de derechos humanos que le fueron comprobadas en Perú y posteriormente en Chile, al estudiarse su extradición. Durante su detención en Chile tuvo un comportamiento ejemplar e hizo numerosos amigos.
En varias de estas columnas he señalado que Fujimori ha sido indudablemente el mejor presidente de Perú para Chile, ¿por qué? Porque para él no existía “el peso del pasado” que afectó a tantas generaciones de peruanos.
Como resultado de esta actitud de Fujimori y mediante la firma de un tratado se acabaron los problemas del Chinchorro, de la estación de ferrocarril, de su Estatuto de la colocación del Cristo de la Paz que realizó el gran escultor Raúl Valdivieso y que había permanecido tumbado en la arena por 30 años, etc.
Con todos esos problemas sin solución hasta Fujimori, no le quedó más a Perú que elaborar su moderna teoría de los límites marítimos que nos tiene a ambos países en la Corte Internacional de la Haya.
¿Qué puede hacer Keiko con su padre quien a pesar de su gran apoyo electoral es también, desde la cárcel, un lastre que le sacará a relucir diariamente la oposición por las aludidas violaciones de los derechos humanos?
Creo, sinceramente, que la muy posible futura presidenta debe pedirle a su padre que la represente en el Japón, su segunda patria ya sea como embajador o enviado especial por algunos años. Con un indulto o en la forma que descubran dárselo y con todos los honores salvo la posibilidad de regresar a Perú mientras dure la administración de su hija.